Hacemos un uso correcto del vocablo “metodologías” cuando hablamos de metodologías ágiles para referirnos a los diferentes métodos existentes en la órbita de la gestión de proyectos en equipos de trabajo, tales como SCRUM, KANBAN, LEAN, EXTREM PROGRAMMING XP,…
Otro ejemplo de uso correcto del vocablo “metodologías” lo encontramos en las metodologías educativas para referirnos a los diferentes métodos existentes en la órbita de la enseñanza, tales como APRENDIZAJE BASADO EN PROYECTOS, APRENDIZAJE BASADO EN EL PENSAMIENTO, GAMIFICACIÓN, APRENDIZAJE COOPERATIVO,…
En ambos casos, cada método es como un hijo, con entidad suficiente y rasgos propios, que se diferencia del resto de sus hermanos en el contenido específico de su propuesta para cumplir con un objetivo común. Y, sin embargo, podemos considerar que se sitúa bajo el paraguas de una metodología madre que aborda una misma temática.
Hablar de GTD® como metodología es suponer que estamos ante un conjunto de métodos ¿De cuántos? Que yo sepa, nadie, en ningún momento, hace un recuento ni una mención explícita de los métodos que incluye GTD®. David Allen, con suma exquisitez y todo el acierto del mundo, habla de modelos para referirse a:
- Modelo de planificación natural de proyectos
- Modelo de los cuatro criterios para decidir qué hacer
- Modelo tridimensional para evaluar el tipo de trabajo
- Modelo de los seis niveles para revisar tu trabajo
Al margen de llamar método a GTD® en multitud de ocasiones a lo largo de sus obras, usan este mismo término para referirse a dos secuencias:
- Las cinco fases del hábito productivo para alcanzar el control
- El flujo de trabajo en las fases de procesar y organizar, cuyo diagrama se expondrá en el bloque B de este ensayo crítico.
Si se valen de estas dos secuencias como coartada para autodenominarse “metodología”, transmiten sensación de “quiero y no puedo”. Pero aún así, no dejarían resuelto el enigma, pues si realmente se considerara que estamos ante una “metodología” ¿cómo podríamos explicar que se refiriesen a ella como “método” en tantas ocasiones? Solo encuentro estas explicaciones posibles:
- que los traicione el subconsciente y acaben diciendo, sin querer, lo que realmente saben que es;
- que tomen por sinónimos los términos modelo y método, de modo que luego cuenten como que la metodología es un conjunto de modelos;
- que confundan los términos método y metodología y se usen como iguales cosas distintas.
Pasar por encima de este desorden mirando para otro lado sería actuar con un grado de ligereza inasumible. Lo lógico es querer tener claro, conceptualmente, qué es lo que se nos está vendiendo, si un vehículo o una flota, si un chalet o un bloque de apartamentos, si un cursillo o un máster post-grado. Las palabras definen realidades y hay que usarlas con propiedad. Rebajar el nivel de exigencia a la hora de calificar lo que estudiamos, nos resta claridad en el análisis.
Además, es que esto no debería ir de escalafones. No tienes un premio ni eres mejor ni estás por encima de nadie si creas una metodología. Tampoco eres un don nadie si lo que has creado es un método. No pasa absolutamente nada si estamos hablando de un método y no de una metodología. Un método puede ser algo muy digno siempre y cuando nos aporte valor. Pero a las cosas hay que llamarlas por su nombre y no hay que querer ser lo que no se es.
En rigor, solo Jerónimo Sánchez sale airoso de esta prueba porque hace un uso correcto del léxico. GTD® no es otra cosa que un método de gestión de actividades en el tiempo para alcanzar el objetivo de incrementar la productividad individual sin estrés. Por lo tanto, hablar de GTD® como una “metodología” es una imprecisión semántica en toda regla.