En apariencia, los problemas de sobrepeso tienen fácil solución. Pero va a depender de cuál sea el nivel y la gravedad del asunto. No es lo mismo tener unos pocos kilos de más que estar en la zona cercana a la obesidad. En un caso se trataría de un problema estético y en el otro de un problema de salud.
Según el resultado de mi análisis, a GTD® en cuanto método de productividad personal le sobran algunas cosas, de las que podemos prescindir sin estridencias. Desde un enfoque Lean, diríamos que GTD® necesita aligerar la carga. Muchos aspectos que lo definen son puro derroche por dispersarse en otros menesteres y no centrarse en exclusiva en aportar valor al propósito de “organizarse con eficacia”. Aquí identificamos:
- Intensidad premisas-base, en tela de juicio. ¿No completar todo lo incompleto es la causa del estrés que nos impide usar bien la energía? ¿O es el afán de control absoluto lo que nos genera dinámicas que propician el colapso? El veneno está en la dosis.
- Dispersión mística. A David Allen lo de enseñar un método de organización de tareas le queda pequeño. Sus aspiraciones van más allá y eso es muy legítimo y respetable. Otra cosa es que esa faceta nos facilite las mejoras en la productividad que buscamos.
- Prepararse para hacer vs. hacer. Si damos más importancia a los preparativos del viaje que al viaje en sí mismo, nos lo tendríamos que hacer mirar, porque algo falla.
- Modelo para decidir las acciones. Merece la pena esforzarse para ganar en objetividad. Pero si, al final, todo va a depender del instinto y el movimiento per-se, nos cuestionamos si necesitábamos tantas alforjas para este viaje.
- Considerarse un fin en sí mismo. A veces se nos olvida el propósito con el que nos pusimos en marcha. Buscábamos un método para que nos sirviese como un mayordomo. No podemos acabar sirviéndole nosotros a él. Si esto ocurre, quiere decir que algo estamos haciendo mal.