Muchas de las reglas que son de aplicación al tiempo, tienen su álter ego en el espacio. Decimos que hay un momento para todo y cada cosa debe tener su momento. También decimos que hay un lugar para todo y cada cosa debe tener su espacio. La ley de Parkinson, aquella que afirma que “el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine”, tiene su trasposición espacial: “cuanto mayores son las dimensiones de los armarios de que dispones para guardar trastos, más trastos acumulas”. Si, por el contrario, tus armarios son modestos, no queda otra. Vas a acumular menos trastos, vas a tener que pensar qué hacer con cada cosa que quieres conservar y vas a organizarte mejor porque no vas a tener más remedio. En este sentido, la bandeja de entrada invita a acumular trastos.
Si, en lugar de tener una bandeja de entrada, has decidido tener catorce bandejas de entradas debes saber que vas a tener que repetir catorce veces el mismo proceso. No disponer de bandeja de entrada nos va a obligar a ser más limpios, más ordenados y mejor organizados.
¿Es posible prescindir de ella (de todas ellas)? Igual que lo ha sido prescindir del cubo de basura convencional de toda la vida. En el momento en el que lo sustituyes por lo cubículos adecuados para reciclar, te olvidas del anterior. El único precio que pagas es que tendrás que pensar antes de vaciar el contenido cuál es su destino correcto.