Uno puede llegar a embelesarse con los detalles del método que intenta asumir como propio y con las herramientas que le acompañan para ser más efectivo y corre el riesgo de que le acabe saliendo el tiro por la culata.
DESNORTARSE
TRABAJAR PARA EL MAYORDOMO
Este no es un problema exclusivo de GTD®, pero con GTD® también se da. Y además, se da en gran medida por el alto nivel de exigencia que requiere su puesta en práctica. En la era digital, los trabajadores del conocimiento tienen problemas cada vez más serios para organizar su tiempo con soltura y agilidad. Se ha convertido en una ardua tarea digerir toda la información que les llega a través de los distintos canales y atender todos sus compromisos sin acabar rendidos y estresados. En general, debemos andar prevenidos del riesgo que supone acabar añadiendo al trabajo una actividad adicional llamada “método” que nos consuma más tiempo que el que nos ahorra. Eso viene a ser como pegarse un tiro en el pie, como hacer un pan con unas tortas o como hacerse trampas al solitario. Y aunque parezca una tontería visto desde fuera, a veces desde dentro no lo es.
Pero es que, por el modo en que está concebido, GTD® pide mucha dedicación. Si se quiere cumplir con todos los requerimientos que establece y del modo que lo plantean, es imposible no llegar a pensar que en lugar de ganar en sensación de control y en libertad, ahora vives y trabajas para él. Por las horas que le dedicas a alimentarlo y porque lo de mantener las listas depuradas parece no tener fin. Se intercambian los papeles de amo y servidor, y acabas rindiendo cuentas al mayordomo.
EN BUSCA DE LA EFICIENCIA ENERGÉTICA
Las cosas se hacen por mejorar. Pero, si en lugar de aliviar nuestra carga de trabajo lo que hacemos es comprometernos en menesteres que nos acaban por enredar aún más, debemos tomar medidas y plantearnos qué hacer. Emplearse cada día en la tarea de pensar qué hacemos con nuestro tiempo para sacarle el máximo provecho y hacerlo de una manera no improvisada sino sistemática es algo que merece toda nuestra atención.
Digamos que, haciendo las cosas de este modo, nos ganamos el certificado de eficiencia energética porque así no tenemos que gastar demasiado esfuerzo en pensar cómo obrar porque ya hay muchas cosas que están definidas a priori. Muchas de nuestras preguntas ya estarán contestadas, muchos de los problemas ya estarán resueltos. Y en frío, que es como tiene que ser. Pero aquí de lo que se trata es de no perder el norte, trabajar en lo nuestro y hacerlo lo mejor posible. Es decir, con equilibrio, mesura y proporcionalidad. No vayamos a emplear más tiempo en organizar cómo trabajar que en trabajar.
QUIÉN SIRVE A QUIÉN
De igual modo que las herramientas están para servir al método, el método está para servir a nuestro enfoque y a nuestra potencia, permitiéndonos ser más efectivos en nuestro desempeño empresarial, profesional, laboral o académico. Y, por supuesto, el método no se autoalimenta. Somos nosotros los que debemos alimentarlo para que funcione, lo cual significa que nos aporte valor. Valor en forma de mayor confort, relax y calidad de vida (claridad ante nuestra realidad), no para que se convierta en un enorme monstruo succionador de nuestra atención y nuestro tiempo.
Se equivoca quien piense que con un buen método puede prescindir del resto de los factores que influyen en la productividad. Cualquier método debe ser considerado tan solo como un medio para alcanzar el objetivo de trabajar mejor. Cuando la intensidad de esta idea pierda fuelle, nos estaremos equivocando. Y GTD®, por las exigencias de atención con las que está diseñado, asume un protagonismo en nuestras agendas mucho mayor de lo que resultaría recomendable.