Tener unas nociones básicas de GTD® es relativamente fácil, pero no basta para llegar a ponerlo en práctica. En el otro extremo, tener la necesidad de releer varias veces sus libros y de asistir a formaciones oficiales para lograr entenderlo, permite calibrar su grado de dificultad real.
LA COMPLEJIDAD DEL SER HUMANO
Cuando uno se para a pensarlo un poquito, se da cuenta de que el ser humano es mucho más complejo que un examen de integrales, logaritmos neperianos, inecuaciones de tercer grado y raices cúbicas. De hecho, aún hay gente que sabe resolver estos problemas. En cambio, lo nuestro no.
Por una parte, nos caracterizamos por una variabilidad constante en función de cuál sea nuestro estado anímico, nuestras emociones, nuestras indefiniciones, etc. Por otra parte somos animales de costumbres. No sabemos hasta qué punto actuamos como autómatas que repiten cotidianamente una serie de rutinas. Cada cual tiene interiorizadas las suyas y, muchas veces, de un modo inconsciente.
Si, con la intención de combatir su imprevisibilidad, uno decide mejorar la gestión de las actividades que realiza y la información que maneja en el tiempo, no hay mejor receta: automatizar procesos y sistematizar unas pautas de comportamiento que le permitan atarse en corto y evitar la necesidad de ir improvisando sobre la marcha a toda hora.
Sin embargo, cuando alguien se nos acerca para sugerirnos cambios en alguno de nuestros hábitos, hay algo en nuestro interior que se estremece. Y aunque se produzca una reflexión profunda que entienda las bondades de pasar de una forma de hacer las cosas a otra distinta, la cabra tira al monte. Por este motivo, los métodos que nos ayudan a mejorar nuestra productividad, en general, no lo tienen nada fácil. Topan contra la raíz.
De ahí nace la exigencia de simplificar hasta el extremo. Si te dedicas a esto de proponerle a los demás nuevas formas de hacer las cosas que ellos ya hacen cotidianamente, no hay más remedio. Los fundamentos argumentales de tus teorías tienen que ser sólidos, pero las formas también van a importar, y mucho. Y el esfuerzo pedagógico a la hora de desplegar tu propuesta ha de ser total, para vencer la barrera natural que tenemos las personas a cambiar lo que está en lo más profundo de nuestro ser.
LA COMPLEJIDAD DE GTD®
Hasta aquellos que lo siguen con devoción y alaban a pies juntillas, aconsejan leerse varias veces sus libros para acabarlos de entender. La pregunta que yo me hago es ¿esto es normal? Puedes decir que la materia es fácil mientras reconoces que es conveniente leer varias veces sus libros para entenderlos. Lo que no puedes es, a continuación, descargar sobre el receptor la responsabilidad del problema para captar un mensaje. Algo falla.
Resulta sospechosa la cantidad ingente de personas que verbalizan lo complicado que les resulta GTD® y las dificultades que tienen para asumirlo como un método de organización propio. Somos muchos los que pensamos que no hay malos alumnos sino profesores mediocres, y que si el alumno no aprende, el maestro no enseña. A lo largo de su trayectoria, David Allen, consciente de sus problemas para hacerse entender, realiza algunos intentos, a todas luces insuficientes, para avanzar en esta labor.
Breve reseña de las obras de David Allen
- Profundizando un poco en su obra, nos damos cuenta de que todos sus postulados quedan expuestos densamente en el primer libro «Organízate con eficacia» (2001) y los demás aportan poca o ninguna novedad.
- «Sé más eficaz» (2003), más que un libro, es más que una recopilación de newsletter inconexas, de los meses en que se gestaban sus pensamientos, agrupadas en cuatro temáticas con rasgos comunes.
- En «Haz que funcione» (2008) introduce algún concepto nuevo como la matriz de autogestión que resulta interesante y quiere ser un intento de explicar mejor los conceptos ya expuestos con anterioridad. Sin embargo, le pesa más el ego y acaba convirtiéndola en una ceremonia de autobombo para declararse ante el mundo, henchido de vanidades, encantado de haberse conocido.
- «GTD® para jóvenes» (2018) es un reconocimiento solapado del nivel de dificultad que entraña la comprensión de su método, un nuevo intento de hacerse entender al público en general disfrazado de adaptación a un público adolescente. Una especie de “GTD® para dummies”, que ignora que precísamente los jóvenes lo pillan todo a la primera, siempre que se pueda entender. Esto no es un problema de juventud. El problema es de densidad, enrevesamiento y falta de flexibilidad.
- Con su última entrega «Organízate con eficacia-Cuaderno de trabajo» David Allen convierte GTD® en un extenso (casi infinito) formulario de treinta y seis pasos para ejecutar diez acciones con las que dar por implementadas las cinco fases del proceso de control. Bueno, en realidad, cuatro (pues se olvida de abordar la última: hacer). Y ello, prescindiendo por completo de la gestión vertical, sin tocar ni de soslayo la perspectiva.
La curva de aprendizaje
Una vez que se toma conciencia de la penosa gestión de expectativas que se lleva a cabo en este método (y que se expone en el epígrafe anterior), se entiende mejor su falta de claridad en la exposición. La curva de aprendizaje de GTD® es empinada al principio, pero en seguida se frena a un nivel medio de comprensión, y de ahí no suele pasar.
A lo que el gran público alcanza es:
- a traducir al español la expresión “Getting things done”
- a memorizar las cinco fases del hábito productivo
- a explicar en qué consiste la regla de los dos minutos
- a saber que hay que hacer una revisión semanal
La opinión del formador oficial
El formador oficial y máximo referente de GTD® en España, no oculta la realidad:
“Dicho de otro modo, es prácticamente imposible aprender GTD® sin desaprender previamente todo lo que nos han venido contando con anterioridad sobre organización personal, gestión del tiempo y otros conceptos relacionados”.
José Miguel Bolívar
Productividad personal (Spanish Edition) (p. 22). Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.
Misión imposible para los programadores informáticos
Como “GTD® es como es” y se prohíben las versiones o las aportaciones, podemos afirmar que nos movemos en un entorno inalterado en los últimos veinte años. Quiero decir que no es un compendio de ideas que haya estado sujeto a alteraciones dinámicas y cambios constantes. Es, por ello, normal que docenas de articulistas y blogueros se limiten a crear entradas para divulgar y repetir lo que otros ya han dicho que David Allen dijo. Lo que ya no es tan normal es lo que ocurre con las empresas de programación de software dedicadas a emular el funcionamiento de GTD®. Son compañías cuyo número, durante todo este tiempo, no ha parado de crecer exponencialmente. Y ni aún ante este remanso de estabilidad y paz, rodeados de talento por doquier, existe aún una aplicación informática que pueda considerarse “la buena” para ganarse el beneplácito y el visto bueno de David Allen. ¿De verdad que no hay ningún programador capaz de apuntarse este “tanto”?
CONCLUSIÓN FINAL
Resulta tremendamente curioso que, navegando por la web, observes que apenas nadie formule una opinión crítica o aporte sugerencias de mejora. No se acaba de comprender bien que genere tanta unanimidad y que sea merecedor de tanto reconocimiento un método que:
- no se puede entender si no te lees varias veces sus libros;
- no se puede aprender sin desaprender todo lo que sabíamos;
- no existe aplicación informática capaz de reproducir su funcionamiento;
- según su autor, se tarda como mínimo dos años en implantar;
- no se consigue llevar a la práctica por una parte sustancial de sus seguidores.