En absoluto. Esto no va de justificar aquello de que “el que a hierro mata, a hierro muere”, pero sí de reconocer que, en todos sus libros, practica el adanismo más puro, el desdén más absoluto por todo lo que le precede y todo lo que le rodea, mezclando de una manera a todas luces innecesaria y gratuita:
- una cierta dosis de supremacismo intelectual en su modo de verse en relación con el resto de los colegas de profesión
- con una base de narcisismo a la hora de juzgarse a sí mismo.
Antes de que David Allen publicase su primer libro, las personas ya dedicaban una parte de su tiempo a organizar y revisar sus listas de tareas, compuestas por las notas que habían tomado en algún momento. Y se planteaban qué hacer y para qué. Sin necesidad de pedir permiso ni de esperar a que él llegara para anunciarnos, como un mesías, que hay que capturar, aclarar, organizar y revisar, antes de hacer.
Sin embargo, la huella que te deja estampada en la cabeza tras leerlo es que, cualquiera de los estudiosos en la materia que haya existido en este mundillo antes de él, no ha estado a la altura. Y de los que haya ahora, quien no haga las cosas tal como él las plantea, no dará nunca la talla porque está instalado en un error, aunque no lo sepa.
A ver, una cosa es cuestionar algo en concreto aportando argumentos rebatibles -como se hace aquí- y la otra es realizar descalificaciones genéricas que ponen en duda todos los modelos anteriores en su conjunto. Por ejemplo, se muestra muy crítico con lo que él llama, en su primer libro: