Durante nuestro recorrido por la jornada laboral, aquello que teníamos previsto que ocurriese según la PDA será sólo una parte de la realidad. Lo normal será que pasen cosas ahí afuera que alteren el orden preestablecido y que, al final, lo sucedido acabe siendo algo distinto a lo que teníamos en mente. A veces, lo que acaba ocurriendo se parece a lo que teníamos previsto lo mismo que un huevo a una castaña.
Los inputs de información van a impactarnos sin avisar. Debemos tener previsión de que nos van a entrar correos, llamadas, mensajes, vamos a participar de charlas, reuniones o ponencias donde se van a decir cosas, leeremos artículos, visualizaremos vídeos, navegaremos por internet o las redes sociales, nos asaltarán pensamientos e ideas interesantes… y tenemos que permanecer alerta para procesarlo todo y convertir en tarea únicamente lo que corresponda.
Y es que, a través de distintos canales (digitales y personales), entran continuamente -cada vez más- píldoras de información de naturaleza muy variada. Impactos que nosotros invitamos a visualizar como cajitas calientes (huecas o rellenas) que caen en nuestras manos y sobre las que tenemos que tomar una decisión inmediata.