En primer lugar, antes de abordar el análisis de la variable “experiencia” debemos hablar de otro concepto indisolublemente ligado a ella. Nos referimos al de la actitud, o mejor dicho, las actitudes. Las distintas actitudes con las que nos enfrentamos a la realidad son las maneras de estar dispuesto al comportamiento.
Unas pueden ser más nerviosas o innatas -querer- y otras más mentales o aprendidas -experiencia / buenas praxis-. En cualquier caso, determinan el estado anímico del individuo o bien su postura ante determinadas circunstancias.
Por lo tanto, las distintas respuestas que tenemos ante una misma realidad marcarán las diferencias entre unas personas y otras. Y el conjunto de actitudes que uno manifiesta definirá su personalidad.
Pues bien, cuando hablamos de “experiencia” nos referimos en concreto a las actitudes no innatas sino aprendidas. En definitiva, a las “buenas praxis“. Sobre todo, dan respuesta a cuestiones tales como:
“¿Cuál es el modo correcto de afrontar los desafíos?”