Cuando, en horario de trabajo, nos disponemos a poner en marcha una charla digital a través de un chat o de un servicio de mensajería instantánea debemos tener clara la necesidad de llevarla a cabo. La cuestión está en si procede o no emplear una parte de nuestra jornada laboral en esto
Volvemos a insistir en la conveniencia de diferenciar entre lo personal con lo profesional. Hoy en día, prácticamente todo el mundo lleva su móvil personal al trabajo y en él se encuentran descargadas las aplicaciones de mensajería que usa habitualmente. Al no existir una regulación específica, cada empresa establece sus normas respecto a los usos permitidos y los que no.
Tal y como ocurre con el correo, las redes sociales y con el teléfono, somos nosotros los que elegimos cuándo acceder a un chat o a una plataforma de mensajería instantánea. Apuntamos, igual que con el móvil o las redes sociales, la conveniencia de trasladar el momento de la charla digital a las pausas de café que tengamos preestablecidas durante la jornada laboral. Si utilizamos la técnica Pomodoro, las pausas que establece son ideales para dedicarlas a este fin, de modo que se convierten en “pausas productivas“. Al final, el sentido común es lo que debe presidir el necesario equilibrio entre las partes.