El servicio de taxi permanece prácticamente inalterable tal y como lo conocemos desde hace décadas. En todos estos años, la adaptación al entorno tecnológico ha sido bastante limitada. Sigue siendo usual que ocupen el tráfico en las calles de nuestras ciudades. Las colas de taxis parados en estaciones de tren y aeropuertos son parte del paisaje urbano.
La existencia de un número limitado de licencias o concesiones administrativas les ha protegido de los avatares del mercado. Tras afrontar el alto coste que supone pagar una licencia de taxi, la única competencia se daba entre ellos mismos. El proteccionismo siempre ha sido pan para hoy y hambre para mañana.
Últimamente las cosas están cambiando y la aparición de plataformas como Uber y Cabify está poniendo al sector en pie de guerra. En el mundo actual todos estamos geolocalizados con nuestro móvil en el bolsillo. Y estas compañías han demostrado ser capaces de mejorar la experiencia usuario. Hacen uso de la tecnología y de un servicio más cuidado. Mucho más atento a los detalles y a un precio ligeramente inferior. Con las reiteradas huelgas de taxistas se incrementa el número de personas que descargan estas aplicaciones y vencen el miedo a probar. Si la primera vez es positiva, el problema del taxi, crece.
Luego están las aplicaciones como Bla-Bla-Car, que permiten compartir coche para llegar directamente a donde quieras ir. Pero eso no es todo. Los autos que se conducen solos son ya mismo una realidad en todo el mundo.
Es, por lo tanto, lógico esperar que paulatinamente el trabajo de los chóferes desaparezca. El perfil de taxista, tal y como lo conocemos actualmente, está condenado a su desaparición.
La tecnologia avanza a pasos agigantados