La eclosión de las gasolineras LOW-COST ya es un hecho. Estaciones de servicio donde el repostaje de combustible resulta más económico. A cambio de ello, es uno mismo quien se lo hace todo: se suministra, paga, se limpia las manos y se va. Allí no suele encontrar a ningún empleado con el que charlar, o como mucho, algún lobo solitario (si la normativa obliga).
Lo que debemos conocer es que no todo el ahorro del que se beneficia el cliente es por ahorro de personal. El combustible que metemos en nuestro depósito no es exactamente igual que el que nos dispensan en las gasolineras tradicionales. Cumple todas las normas de calidad, pero no lleva aditivos.
Los aditivos pueden conseguir mantener limpios los conductos, dar algo más de potencia y prolongar la vida del motor. Además, al aumentar la eficiencia de combustión, contaminan menos.
Pero bueno, a mucha gente le debe dar igual, porque el hecho es innegable: Cada vez hay más LOW-COST y menos de las otras. Y el proceso parece coger tendencia. De hecho, no hay más que mirar a los paises del norte de Europa para ver cómo allí esto es lo normal desde hace años.
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