La productividad, por regla general, empieza a decaer después de ocho o nueve horas de trabajo. Cuanto más cansado esté, peor trabaja y más errores comete. Y, en cierto momento, como una batería que se descarga, puede quedarse sin energías y sencillamente ser incapaz de continuar. Cada vez que se sienta agotado y abrumado con mucho que hacer y demasiado poco tiempo, deténgase y diga, sencillamente: “No puedo hacer más de lo que hago”.
A veces lo mejor que puede hacer es ir directamente a casa y dormir diez horas seguidas. Esto puede recargarle y capacitarle para hacer dos o tres veces más trabajo al día siguiente, y un trabajo de mucha mejor calidad que si hubiera seguido trabajando por la noche.
Esta energía adicional le permitirá superar la postergación de las decisiones y emprender las tareas principales con mayor rapidez y más decisión que las que nunca tendría si estuviera cansado.
Por otra parte, si quiere mantener en su punto óptimo las energías, sea cuidadoso con lo que come. Aliméntese como se alimentaría un atleta de primera línea antes de una competición, porque en muchos sentidos usted es eso antes de empezar la jornada diaria de trabajo.