A medida que los avances tecnológicos se han ido abriendo paso, hemos experimentado cambios en nuestro modo de percibir la realidad.
Del mismo modo que nos descargamos ebooks para leer en lugar de acudir a una librería, llevamos nuestros tickets para entrar a conciertos o para coger un tren o un vuelo en una aplicación de nuestro móvil o facilitamos nuestro curriculum vitae mediante una tarjeta de visita que incorpore un código QR, podemos organizar nuestra actividad profesional de la mano de excelentes herramientas digitales que nos pueden hacer la vida más fácil si aprendemos a utilizar correctamente aquellas que realmente necesitemos. Ni una más ni una menos.
A pesar de esta regla general, siempre quedan unos cuantos nostálgicos que siguen basando su programación diaria en anotaciones manuales sobre papeles. Que sepan que tienen todo nuestro reconocimiento y admiración. Pero incluso ellos reconocerán que, al ritmo que trabajamos en la sociedad actual, no es fácil. Con el caudal de información que manejamos cada día en nuestro trabajo, resulta muy complicado dar la espalda al uso de las herramientas digitales. A esto se une la evidencia de que, hoy en día, es más probable que todos llevemos encima un smartphone, antes que papel y boli.
Las Stores de Microsoft, de Google y de Apple están repletas de aplicaciones de gestión del tiempo y la productividad que pretenden facilitarnos nuestro día a día. Existe un peligro: el de ir probándolo todo y acabar por no quedarse con nada porque nada nos convence. Saltar de flor en flor como las abejas, sin acabar de tener claro qué buscamos. Por ello, debemos de conocer cuáles son nuestras necesidades antes de empezar a buscar y, por supuesto, antes de empezar a probar.
Hemos llevado a cabo una labor de investigación dilatada en el tiempo para averiguar qué tipos de herramientas informáticas de productividad existen. Después de un riguroso proceso de testeo, hemos conseguido identificar las opciones que sirven mejor al método ON-TIME. Se ha conseguido clasificarlas según la naturaleza que les es propia, la función que realizan y las necesidades que cubren.
No están de más un par de avisos a navegantes:
Las herramientas informáticas están íntimamente relacionadas con el método. No obstante, no se trata de una relación de igual a igual: Las herramientas son sustituibles y están subordinadas al método. Mañana podríamos elegir cambiar de herramientas porque aparecen otras con mejor diseño y/o funcionalidades. El método permanecería invariable en lo sustancial. Aunque sea más importante el fondo que la forma, la forma también es importante. Y elegir la/s mejor/es entre las opciones disponibles es a lo que nos hemos dedicado en este apartado.
Las herramientas que nos van a ayudar a conseguir nuestro objetivo están al servicio del método. Y el “método” no es más que uno de los 8 factores internos que afectan a nuestra productividad. Sin esta base conceptual, estaremos creando un gigante con pies de barro.
Muchas de estas herramientas, para resultar atractivas a los usuarios permiten hacer más cosas de las estrictamente necesarias para cumplir con la función que deben cumplir. Esta especie de “regalo” que ofrecen los desarrolladores acaba mareando al personal. Es mejor simplificar y entender para qué sirve cada cosa. Un tenedor sirve para pinchar y un cuchillo, para cortar. No busquemos tenedores que además corten, ni cuchillos que pinchen porque esto confunde más que aporta. ¿Para qué necesitamos un gestor de tareas que nos facilita la confección de la lista de la compra? Para confeccionar listas de la compra están los gestores de notas. No hay que marear.
Es importante usar las herramientas para lo que están pensadas porque, de otro modo, acabamos adulterando su funcionalidad y esto reduce el potencial que tienen.