Un buen médico se reconoce con facilidad por su rapidez a la hora de detectar qué es lo que le ocurre a su paciente. De igual manera, cuando nos enfrentamos a una nueva entrada de información que llega sin avisar buscando el impacto con nuestras actividades ya programadas, debemos tener desarrollada una habilidad que nos permita improvisar lo mínimo posible. Para ello deberemos:
Cuando, a través de cualquier canal, nos llega un mensaje, una llamada, una conversación, una idea que surge durante el visionado de un vídeo, etc… está entrando en nuestro sistema un elemento extraño que hay que identificar de inmediato. Puede tratarse de amenazas o pueden ser oportunidades. Tanto para las unas como para las otras tenemos que estar preparado. Y como esto puede ocurrir cientos de veces a lo largo de una jornada laboral habitual, no nos podemos encantar: la labor de diagnóstico y prescripción tiene que realizarse instantáneamente.
La primera consecuencia inmediata de tener desarrollada esta destreza es que nos empieza a sobrar una cosa que otros adoran y que en este método no echarán de menos. Hablamos de la BANDEJA DE ENTRADA. Pensemos en los siguientes términos: Antaño, cuando la idea de reciclar no formaba parte de nuestra vida cotidiana, metíamos toda la basura en un cubo. Ahora que hemos desarrollado una conciencia cívica sobre nuestra responsabilidad a la hora de sostener el planeta en condiciones, ponemos un poco de nuestra parte separando los residuos en varios cubos según su naturaleza.
Si las cosas se hacen bien desde el principio, se ahorra tiempo y se gana en eficiencia. Nadie se plantea el hecho de tirar todos los residuos a un único contenedor para luego emplearse en separarlo por colores.
Lo mismo ocurre con los recipientes que van a albergar aquello en lo que los inputs se transformen según sea nuestro diagnóstico. Al principio, mientras estemos aprendiendo cómo va esto de la secuencia de preguntas en el WORKFLOW, puede que nos cueste un poco más. Pero esto dura lo mismo que nos costó aprender que los colores de los cubos de reciclaje. Antes de darnos cuenta ya estamos diagnosticando y clasificando sin pensar:
Es tan fácil como ejercitarse hasta que el cerebro tenga el músculo hecho. De este modo, despacharás los inputs conforme aparezcan y no tendrás que perder tiempo y energías en reclasificarlos. Como cuando vas a echar la basura y llevas tus inputs en la mano y debes identificarlos para decidir su destino. Acabará siendo algo instintivo que harás sin apenas pensar. Al final, por lo tanto, no será necesario seguir la secuencia de preguntas (interrogatorio) que marca el WORKFLOW. Iremos directo al grano.