Todos solemos quejarnos de las reglas y las imposiciones. A todo el mundo le gusta ser libre y hacer lo que quiera en cada momento. Sin embargo, hasta el más anárquico de nosotros echaría en falta unas pautas mínimas para organizarse en el momento en que la libertad no le provoca alivio sino desconcierto.
Cuando el tráfico es intenso y no hay señales ni normas, la circulación se convierte en un caos que entraña un riesgo de colapso inminente. Este video ilustra el fenómeno descrito a la perfección.
Lo mismo que ocurre con el tráfico de vehículos por las calles, sucede en nuestra mente con la información. Si hacemos con ella lo que nos viene en gana conforme va presentándose ante nosotros, la capacidad de gestionar adecuadamente nuestra agenda y, por lo tanto, nuestra productividad, va a saltar por los aires. Pero esto no se debe a las distracciones derivadas del exceso de estímulos. Tampoco, como está comúnmente aceptado, a nuestra tendencia natural a procrastinar ni es por la falta de concentración. El problema es más serio.
Todo se debe al caos circulatorio que emana de la falta de orden y normas, que nos provoca aturdimiento y desconcierto. Algo que nos inhabilita para ejercer cualquier desempeño organizado.
Piensa en una jornada laboral normal y corriente. Estás empleándote en realizar una tarea que programaste ayer. De repente, suena el teléfono y atiendes la llamada, recibes un email y lo abres o hablando con un compañero te dice algo que necesitas recordar preciso.
Si no sabes qué tratamiento darle a cada input de información y si no utilizas siempre el mismo criterio, más tarde o más temprano, el caos irá apoderándose de tu realidad y tu vida estará sujeta a la improvisación constante. No sabrás si es sólo basura que puedes tirar a la papelera, si es una tarea que puede esperar o si, por el contrario es una urgencia. Ni si ésta tiene prioridad o no sobre una de las tareas que tienes programadas.
La necesidad de regular el tráfico de INPUTS en nuestra mente durante la jornada laboral se justifica cuando se para uno a pensar: “Durante un día normal de mi vida ¿cuántos INPUTS nuevos aparecen para impactar en mi mente mientras trabajo?”. Probablemente, más de los que a priori pudiera parecer. Para quien desee calibrar la dimensión de su problemática particular, le invito a que sume:
La suma total de impactos de INPUTS obtenida, con toda probabilidad, superaría el centenar en la vida de cualquiera, siendo conservadores en los cálculos. Y tengamos en cuenta que esta cifra se ha de compadecer con las actividades que uno ha programado. Se ha de ver como normal que estos impactos modifiquen en parte nuestra ruta inicial. Lo que no pueden hacer es desvirtuarla sin sentido porque entonces estaríamos claudicando. Tendríamos que aceptar estar a merced de lo que nos va pasando durante el día. Tendríamos que reconocer falta de capacidad para gobernar nuestras vidas y para marcarnos los objetivos que representan el futuro que deseamos.
Con el método ON-TIME aprenderás a tomar las decisiones con una base científica, sin depender de cuál sea tu estado de ánimo en cada momento. De esta manera, las tareas que acabemos y las que nos queden inacabadas serán las que toca, las óptimas, en función de las circunstancias que han surgido.
Y que no se nos olvide una realidad: esto no es algo puntual y pasajero. Esto es algo que ha venido para quedarse, nos está ocurriendo todos los días con una intensidad creciente y la única respuesta que recibe por nuestra parte es la improvisación y la voluntad de esquivar los problemas para evitar el choque y seguir adelante, y mañana más. Como en el vídeo del caos circulatorio. Con este panorama, no se hace raro ver tantas situaciones de baja productividad laboral como hay. Y lo que es peor, tantos cuadros de ansiedad, depresión y estrés a nuestro alrededor.