Inicio » PRODUCTIVIDAD » TEORÍA DE LA PRODUCTIVIDAD » WHAT
Inicio » PRODUCTIVIDAD » TEORÍA DE LA PRODUCTIVIDAD » WHAT
27/08/2018 / Deja un comentario
Entendemos por productividad individual el grado de efectividad con el que, utilizando nuestro talento y manejando las circunstancias que nos rodean, solventamos los múltiples compromisos que asumimos para cumplir con nuestro cometido.
En cuanto a los compromisos, nos referimos tanto a los que asumimos con los demás como a los que asumimos con nosotros mismos. Y además, en todos los ámbitos de nuestra vida. Podrán tener carácter laboral, profesional o académico, pero también financiero, familiar, social o personal.
Y en lo referente a nuestro cometido, es una alusión directa y expresa a cuáles son nuestros objetivos (de cualquier naturaleza) y cuál es nuestra intención a la hora de cumplirlos.
Con el ánimo de medir la productividad, hemos desarrollado un índice. Este índice esconde detrás la fórmula de la productividad. La ventaja de poder transformar algo etéreo y cualitativo en un número entre 0 y 10 es que te permite conocer "on-time" cuál es el impacto de las decisiones que tomas en cada momento. Para ello, relacionamos entre sí todos los factores que influyen en la productividad, en función de su categoría o peso específico. La fórmula de la productividad que se propone para su obtención es la siguiente:
PROMEDIO PORCENTUAL (%). Es un factor: Multiplica. Si vale cero, no existe productividad
PROMEDIO PORCENTUAL (%). Es un sumando: Suma. Si está, mejor. Pero si no, no queda anulada
PROMEDIO PORCENTUAL (%). Es un exponente: Potencia. Puede llegar a tener efecto exponencial
Tomamos como ejemplo distintos valores aleatorios de los promedios % de variables A (necesarias), B (suficientes) y C (diferenciales). El ÍNDICE DE PRODUCTIVIDAD INDIVIDUAL (GLOBAL) alcanzaría esas puntuaciones utilizando la fórmula de la productividad propuesta. El umbral a partir del cual se alcanzaría el "aprobado" es 3,50
Detectar fácilmente dónde están las “humedades” sobre las que tenemos que actuar será posible si, además de quedarnos con el dato global, tenemos en cuenta la interacción de estos dos grupos de factores:
Absolutamente todos los factores influyentes en la productividad (dependan o no de uno mismo) están categorizados como “A“, “B” o “C“. De modo que, aplicando la misma fórmula de la productividad, según el tipo de factores que usemos, podremos calcular tres índices. Así podremos medir la productividad global, pero también podremos medir la productividad interna y la externa.
En el ejemplo anterior, aprobamos a nivel global y a nivel interno, aunque suspendemos en lo externo. Es decir, que podemos ser productivos en cuanto a nuestro talento se refiere pero trabajar en la organización equivocada, sin que ésta sea un peligro insalvable.
Siendo la casuística muy variada, está acotada. Y para cada escenario se propone una estrategia concreta:
Pensemos que lo principal siempre es que nosotros estemos bien, es decir, aprobados a nivel interno. Si luego lo externo nos acompaña, mejor. Pero ante la disyuntiva, pensemos ¿prefiero estar sano y fuerte en un lugar inhóspito? ¿o prefiero estar enfermo y débil en medio de un remanso de paz?
La representación gráfica de los posibles escenarios y estrategias en función del resultado obtenido al calcular los índices de productividad interno, externo y global es la siguiente:
La productividad personal se configura, por tanto, en algo más que una medida de producción. Según la fórmula de la productividad que aquí se propone, pasa a ser un instrumento de medición que nos aporta información útil para ser usada de inmediato con un fin: cumplir tu cometido. Una herramienta de autodiagnóstico sencilla y práctica, que nos permite medir la productividad, y que está adaptada a los nuevos tiempos. Ser más productivo hoy en día se exige:
Este nuevo binomio “productividad – calidad de vida” ha sustituido de golpe al viejo “esfuerzo – recompensa”. Usar la improvisación para tomar decisiones tiene un coste alto porque nos sitúa a merced del azar y, por lo tanto, según la ley de Murphy, a las puertas del fracaso. Tenemos clara la necesidad de adaptar nuestra forma de decidir a los tiempos actuales. Sólo nos queda resolver el problema de averiguar cómo hacerlo.
27/08/2018 / Deja un comentario
El concepto tradicional productividad siempre se ha asociado a una relación (cociente) que existe entre dos términos:
- Los OUTPUT que producimos (numerador)
- Los INPUT o recursos que empleamos para lograrlo (denominador)
Produciendo más con los mismos recursos se es más productivo. También, produciendo lo mismo con menos recursos aumentamos la productividad tradicional. Y, por supuesto, nos situaríamos en la posición ideal llegando a producir más con menos.
Su valor, expresado en números enteros o en porcentaje, puede así alcanzar desde el cero hasta el infinito. Por ejemplo, si para producir unos tornillos valorados en 100 he empleado recursos materiales y humanos valorados en 50, mi productividad es de 2, o del 200%, conforme queramos expresarlo. Por debajo de 1, o del 100%, nos encontraríamos en la zona de pérdidas pues el valor de lo producido no alcanzaría a sufragar el gasto empleado en lograrlo. Si para producir los mismos tornillos del ejemplo anterior nos hubiéramos gastado 110, nuestra productividad tradicional sería 0,90 (<1), o sea del 90% (<100%).
Este modo de medir el trabajo es más propio de entornos industriales. Aquellos en los que los horarios son rígidos, el espacio físico está acotado y la producción es fácil de cuantificar.
Con la irrupción de la era digital, el intercambio natural de “esfuerzo” a cambio de “recompensa” se volatiliza. La forma de entender el trabajo cambia cuando el sacrificio puede quedar sin recompensa porque no se aporta valor y calidad.
Y es que el concepto tradicional productividad tiene una dimensión temporal (historia) y otra dimensión espacial (geografía). Además, no hay lugar para la duda: Su análisis y comprensión mejoran cuando se repasan: